HIEMS (pRÓLOGO)
yo compro esa pequeña (PRÓLOGO)
MI ÚLTIMO RELEVÉ (PRÓLOGO)
my demon.
Prólogo
Noveno grado. Todos comienzan a correr buscando su aula asignada en su horario de clases. Visualizo a una chica apoyada en unos casilleros cerca del aula de Ciencias. Aquella chica no se veía para nada “niña buena”, su cabello era largo y castaño, su complexión era delgada, su piel morena. Me fui acercando a lo que sería mi primera clase del día, antes de entrar me topé con su mirada, debía de darle crédito por sus lindos ojos, eran parecidos a los de un felino y más por el chico que se encontraba junto a ella, rubio, de ojos azules, tez blanca y una musculatura promedio a su edad, sus puntajes podían subir más porque.
—Al fin llegas —Dijeron al unísono. Su puntaje eleva porque son mis amigos. Amanda y Jimmy.
—¿Qué tal? Ya tiene tiempo que no te veíamos mi pelirroja.
—Sí, fue horrible que no hayas podido ir, mejor dicho que no te hayan dejado ir por tus padres, la tía Rose debería de haberte concedido el permiso, tienes tus calificaciones por encima de nosotros, no sales mucho a fiestas, no has tenido un novio y aun así no te dejan. Por cierto, la cabaña de la familia de Jimmy es demasiado grande y hermosa, además de que sus padres fueron muy atentos conmigo. Gracias Jimmy, me hiciste sentir en casa todo ese tiempo. —Jim solo sonrió y bajo la cabeza algo apenado.
—Por nada, Amy. Sabes que mi familia las quiere a las dos, somos casi hermanos los tres. Creo que debemos entrar ya, los lugares se van a acabar.
Ellos tomaron lugares juntos en la tercera fila, donde no cabía otra silla más. Se rieron un poco y se disculparon con la mirada, lo único que hice fue fulminarlos con los ojos, sabían muy bien que no era tan buena para hacer amistades, las chicas me terminaban odiando y los chicos siempre creían que por ser pelirroja quería estar en su cama, según ellos porque me consideraban ardiente. Me fui a la última fila y encontré un lugar en la esquina, los lugares del final no estaban todos ocupados, eso me hizo calmarme ya que no tenía que entablar una conversación forzosa con la persona que estuviera a mi lado. La maestra entró, posiblemente tenía alrededor de los cuarenta y cinco años de edad, no muy alta, complexión delgada y unas gafas rectangulares suficientes para el tamaño de sus ojos rasgados, no era fea o una bruja, pero me llamó la atención la forma en que entró caminando y su vestimenta, su manera de caminar se asemejaba a alguien que acababa de montar un caballo o que este irritada en las entrepierna, y su ropa constaba de una camisa a cuadros de manga larga, pantalones color caqui ajustado a las piernas y botas, realmente solo le faltaba un sombrero para ser una vaquera.
—Pss, pss. —Me volteé a ver por todos lados, hasta que logré encontrar de dónde provenía, Amanda. Ella tenía una hoja tomada con las dos manos y la elevó ligeramente, en ella estaba escrita “Vaquera”.
Mi risa comenzaría a ser incontrolable, pero me salvó los tres golpes a la puerta en la cual puse mi atención, la maestra abrió y dejó pasar a un joven. Me quedé atónita al verlo, no era el chico guapo, supermodelo que dejaba a todas las niñas con la boca abierta, pero sí que era atractivo. Aquel cabello azabache, de una altura considerable, y su bien formado cuerpo se apreciaba por su camisa que se pegaba a su tronco.
—Ha llegado tarde, joven. Así que comencemos con usted, preséntese con sus compañeros. Nombre, gustos, disgustos, lo que quiera compartir.
Oh, maldita sea. Creí que eso ya no se hacía, mis manos inmediatamente se pusieron frías, esperando que me señalaran.
—¿Puedo sentarme y luego me presento? Por favor.
—Adelante. Entonces comencemos atrás. Señorita. —Maldito. Me apeé, toda la clase se giró sobre su asiento para ponerme toda su atención, en especial el chico que acababa de llegar. Se sentó en el lugar de a lado.
—Soy Rose Jules. Ah, no tengo gustos, y mucho menos disgustos, la verdad todo se me hace indiferente. —Me senté y enseguida se levantó el recién llegado.
—Mi nombre, Alexander Costa. Soy cosas que nadie puede ver y menos imaginar, mis disgustos son muy superficiales y en mis gustos solo existe una cosa, mejor dicho solo una persona. —Todos empezaron a vitorear, no había prestado mucha atención, cuando levanté la mirada él me veía atento, estaba serio.
—Salió una nueva parejita. —Gritó alguien entre las primeras filas.
Todos continuaron en orden, cuando fue turno de Amanda habló sobre las marcas de ropa que les gusta, y Jimmy sobre sus bandas favoritas.
Las siguientes clases no me hicieron la misma tortura de presentarnos, continuó normal. Hasta la hora en que dieron la campanada para el receso. Mis amigos se habían escabullido por algún lado ya que solo la primera clase nos tocó juntos. Me dirigí a mi casillero para mi cambio de libros. Estaba a poco de acabar, cuando me cubrieron los ojos.
—Hola, mi princesa. —Mi cuerpo se tensó con el choque de su respiración en mi nuca.
—Alex.
—Mi amada, Rose. No sabes cuánto te estuve esperando, y al fin escape. Es hora de que comience la aventura.
El me dejó de cubrir la vista, cuando abrí los ojos todo era fuego.
Noveno grado. Todos comienzan a correr buscando su aula asignada en su horario de clases. Visualizo a una chica apoyada en unos casilleros cerca del aula de Ciencias. Aquella chica no se veía para nada “niña buena”, su cabello era largo y castaño, su complexión era delgada, su piel morena. Me fui acercando a lo que sería mi primera clase del día, antes de entrar me topé con su mirada, debía de darle crédito por sus lindos ojos, eran parecidos a los de un felino y más por el chico que se encontraba junto a ella, rubio, de ojos azules, tez blanca y una musculatura promedio a su edad, sus puntajes podían subir más porque.
—Al fin llegas —Dijeron al unísono. Su puntaje eleva porque son mis amigos. Amanda y Jimmy.
—¿Qué tal? Ya tiene tiempo que no te veíamos mi pelirroja.
—Sí, fue horrible que no hayas podido ir, mejor dicho que no te hayan dejado ir por tus padres, la tía Rose debería de haberte concedido el permiso, tienes tus calificaciones por encima de nosotros, no sales mucho a fiestas, no has tenido un novio y aun así no te dejan. Por cierto, la cabaña de la familia de Jimmy es demasiado grande y hermosa, además de que sus padres fueron muy atentos conmigo. Gracias Jimmy, me hiciste sentir en casa todo ese tiempo. —Jim solo sonrió y bajo la cabeza algo apenado.
—Por nada, Amy. Sabes que mi familia las quiere a las dos, somos casi hermanos los tres. Creo que debemos entrar ya, los lugares se van a acabar.
Ellos tomaron lugares juntos en la tercera fila, donde no cabía otra silla más. Se rieron un poco y se disculparon con la mirada, lo único que hice fue fulminarlos con los ojos, sabían muy bien que no era tan buena para hacer amistades, las chicas me terminaban odiando y los chicos siempre creían que por ser pelirroja quería estar en su cama, según ellos porque me consideraban ardiente. Me fui a la última fila y encontré un lugar en la esquina, los lugares del final no estaban todos ocupados, eso me hizo calmarme ya que no tenía que entablar una conversación forzosa con la persona que estuviera a mi lado. La maestra entró, posiblemente tenía alrededor de los cuarenta y cinco años de edad, no muy alta, complexión delgada y unas gafas rectangulares suficientes para el tamaño de sus ojos rasgados, no era fea o una bruja, pero me llamó la atención la forma en que entró caminando y su vestimenta, su manera de caminar se asemejaba a alguien que acababa de montar un caballo o que este irritada en las entrepierna, y su ropa constaba de una camisa a cuadros de manga larga, pantalones color caqui ajustado a las piernas y botas, realmente solo le faltaba un sombrero para ser una vaquera.
—Pss, pss. —Me volteé a ver por todos lados, hasta que logré encontrar de dónde provenía, Amanda. Ella tenía una hoja tomada con las dos manos y la elevó ligeramente, en ella estaba escrita “Vaquera”.
Mi risa comenzaría a ser incontrolable, pero me salvó los tres golpes a la puerta en la cual puse mi atención, la maestra abrió y dejó pasar a un joven. Me quedé atónita al verlo, no era el chico guapo, supermodelo que dejaba a todas las niñas con la boca abierta, pero sí que era atractivo. Aquel cabello azabache, de una altura considerable, y su bien formado cuerpo se apreciaba por su camisa que se pegaba a su tronco.
—Ha llegado tarde, joven. Así que comencemos con usted, preséntese con sus compañeros. Nombre, gustos, disgustos, lo que quiera compartir.
Oh, maldita sea. Creí que eso ya no se hacía, mis manos inmediatamente se pusieron frías, esperando que me señalaran.
—¿Puedo sentarme y luego me presento? Por favor.
—Adelante. Entonces comencemos atrás. Señorita. —Maldito. Me apeé, toda la clase se giró sobre su asiento para ponerme toda su atención, en especial el chico que acababa de llegar. Se sentó en el lugar de a lado.
—Soy Rose Jules. Ah, no tengo gustos, y mucho menos disgustos, la verdad todo se me hace indiferente. —Me senté y enseguida se levantó el recién llegado.
—Mi nombre, Alexander Costa. Soy cosas que nadie puede ver y menos imaginar, mis disgustos son muy superficiales y en mis gustos solo existe una cosa, mejor dicho solo una persona. —Todos empezaron a vitorear, no había prestado mucha atención, cuando levanté la mirada él me veía atento, estaba serio.
—Salió una nueva parejita. —Gritó alguien entre las primeras filas.
Todos continuaron en orden, cuando fue turno de Amanda habló sobre las marcas de ropa que les gusta, y Jimmy sobre sus bandas favoritas.
Las siguientes clases no me hicieron la misma tortura de presentarnos, continuó normal. Hasta la hora en que dieron la campanada para el receso. Mis amigos se habían escabullido por algún lado ya que solo la primera clase nos tocó juntos. Me dirigí a mi casillero para mi cambio de libros. Estaba a poco de acabar, cuando me cubrieron los ojos.
—Hola, mi princesa. —Mi cuerpo se tensó con el choque de su respiración en mi nuca.
—Alex.
—Mi amada, Rose. No sabes cuánto te estuve esperando, y al fin escape. Es hora de que comience la aventura.
El me dejó de cubrir la vista, cuando abrí los ojos todo era fuego.